Análisis TyN NASDAQ 100: Activision Blizzard Inc., la historia de los videojuegos

La historia de Activision Blizzard Inc. es la historia misma de los videojuegos. Comienza con la llegada de Ray Kassar, un ejecutivo autócrata y soberbio para quien vender videojuegos era lo mismo que vender manzanas, a la dirección de Atari en 1979.  Apenas convertirse en CEO, Kassar demostró que el trabajo de los desarrolladores de juegos no le importaba demasiado. Cuando cuatro de ellos lo confrontaron (David Crane, Larry Kaplan, Allan Miller y Bob Whitehead) pidiéndole reconocimiento a su trabajo y regalías por las ventas de cada cartucho, llanamente los mandó al diablo.

Crane, Kaplan, Miller y Whitehead, el “Gang de los Cuatro”, decidieron entonces abandoner Atari y erigirse como una compañía independiente de desarrollo de videojuegos. Consiguieron un millón de dólares de capital por parte de Sutter Hill Ventures y para el 1 de octubre de 1979 ya se habían constituido como Activision. El nombre surgió luego de que el CEO de la compañía, Jim Levy, un ejecutivo de la industria musical y quien les ayudó a conseguir el dinero para arrancar la empresa, les sugirió combinar las palabras active y television.

El éxito llegaría pronto. En 1982 apareció el juego Pitfall!, creado por Crane, que vendió más de cuatro millones de unidades en el mundo y obtuvo más de 60 millones de dólares en ingresos. Para 1983 lanzarían su IPO y quedarían inscritos en el índice NASDAQ bajo el sticker AVSN. Para ese momento, toda parecía lucir bien.

Sin embargo, y tratándose de una industria en nacimiento, ocurrió lo que suele ocurrir cuando se vislumbra una veta de oro: los buscadores se multiplicaron y comenzaron a proliferar las compañías dedicadas a la creación de videojuegos que en muy poco tiempo provocaron un crash. Paralelamente, el Gang de los Cuatro se separó y Activision diversificó sus operaciones y cambió su nombre a Mediagenic.

Vinieron entonces años en los que las pérdidas se acumularon trimestre tras trimestre y eventualmente Mediagenic se situó en una posición de bancarrota. Un grupo de empresarios encabezados por Bobby Kotick la adquirió en 1991 por la cifra irrisoria de medio millón de dólares. Kotick se convirtió en el CEO, despidió a la mayoría de los empleados de la compañía (de 150 sólo permanecieron 8) e inició un proceso de reestructuración total de la empresa a la vez que la declaró en quiebra.

Todo eso tenía una razón de ser: Mediagenic desaparecería y en su lugar surgiría nuevamente Activision. En octubre de 1993, la nueva Activision lanzó su IPO en NASDAQ y se hizo de 40 millones de dólares, cerrando el primer día con una cotización de 83 centavos de dólar por acción.

Si uno mira el comportamiento de las acciones de Activisión en el gráfico histórico, inmediatamente cae en la cuenta de que durante los primeros siete años prácticamente no pasa nada: sus papeles apenas y superan el precio de un dólar por unidad para luego contraerse y de nuevo avanzar de forma mínima. Sin embargo, a partir de enero de 2005, cuando superan la barrera de los cinco dólares, el progreso bursátil es una línea ascendente que halló un pico histórico el 21 de septiembre de 2018, cuando sus acciones cotizaron a 80.29, para luego desplomarse por debajo de la frontera de los 50 dólares y permanecer flotando alrededor de los 48.

¿Qué ocurrió, en principio, para que la compañía despegase en 2005? Lo de siempre. Pese a la lentitud de su crecimiento, Activision era una empresa sólida y comenzó a adquirir a los nóveles estudios de desarrollo de videojuegos que surgieron en los primeros años del nuevo siglo. Uno de ellos fue Infinity Ward, que ya trabajando para Activision creó Call of Duty, cuya saga, hasta el año 2016, había vendido 250 millones de copias en todo el mundo y generado ingresos de más de 12,000 millones de dolares. Otro ejemplo lo constituye la adquisición de Red Octane, por el cual Activisión pagó 100 millones de dólares, y que fue responsable de la creación de Guitar Hero, cuyas ventas históricas han capitalizado más de 2,000 millones de dólares.

El pico registrado en 2018 y la consecuente caída en el precio de sus acciones, obedecen más a un aggiornamento de la industria de los videojuegos, que a una sobrevaloración de la empresa o a una depreciación de la misma. Consecuentemente, los analistas consideran que se trata de empresa estable, que puede otorgar dividendos a mediano y largo plazo, y en modo alguno piensan que su desempeño en el futuro represente un riesgo de inversión.

De modo que quienes piensen que invertir en una empresa de videojuegos es un juego peligroso, en cierto sentido tienen razón. Pero si una industria ha probado ser rentable en las últimas dos décadas es justamente ésta. No queda más que avanzar al siguiente nivel.

¡Apostamos por ella!