Calidad, bendito tesoro

(Argentina) Hace 15 años, si trabajabas en informática trabajabas en desarrollo. Cuando decías que hacías testing te miraban raro. La gente no estaba muy acostumbrada a que un desconocido le señalara sus errores. No estaba bien visto y, generalmente, se generaban roces y malestar. Por ello, si querías trabajar en calidad, debías estar muy preparado y ser muy prolijo. Además, debido a la baja difusión de la profesión de tester, no era posible realizar un trabajo de tiempo completo en ese rol, sino que había que alternarlo también con el de analista funcional, gestor de proyectos e incluso desarrollador. De todos modos, esta realidad tenía sus ventajas: el tester estaba mejor pre¬parado. Con una formación más generalista, el perfil era más el de un ingeniero de software.

Sin ánimo de ser exhaustivo, encuentro cuatro razones para este deterioro de la formación en la media de profesionales de calidad de software, que expongo a conti¬nuación:

1. El déficit de profesionales con formación en informática. Hay un aumento impor¬tante en la demanda de profesionales con formación “hard” y una disminución de la oferta. Si esto es cierto para los profesiona¬les informáticos en general, lo es también en igual o mayor medida para quienes se dedican específicamente al testing.
2. El crecimiento exponencial del cuerpo de conocimiento asociado a los temas de software y, en parti¬cular, de calidad. Las ramificaciones existentes en el campo de la cali¬dad del software de los últimos años han sido importantes.
3. El fenómeno de comoditización y simplificación de las actividades de calidad de software (factorización). Cuando se habla de QA, en realidad se habla de testing; cuando se hace referencia al testing, se alude al testing funcional; y cuando se menciona testing funcional quiere indicarse testing funcional manual. No todo en cali¬dad de software es hacer testing funcional manual.
4. La llegada al mundo laboral de la gene¬ración Y. Las nuevas generaciones, sobre las que tanto se escribe, tienen nuevas reglas de convivencia con respecto al en¬torno laboral y persiguen metas distintas a las de otras épocas.

El resultado directo de este fenómeno es que la calidad del software disminuye, y lo único que atinamos a hacer es a tratar de contrarrestar esta caída con más esfuerzo, cayendo en la trampa del mito del hombre-mes de Brooks: personas y meses no son intercambiables.

Esta situación provoca dos problemas simultáneos:

Primero, desmotivación e insatisfacción de los equipos de trabajo. La productividad de las personas en software difiere enorme¬mente, y es sabido que la gente más capaz, formada y, por consiguiente, productiva abandona estos ambientes tóxicos.

Segundo, ponemos el esfuerzo en el lugar incorrecto. El mayor esfuerzo incurrido a posteriori podría ser usado a priori para la formación de nuestros recursos y revisión de nuestros procesos. Esto aumentaría la productividad, la motivación y la satis¬facción. Luego, con suerte, se logrará que el esfuerzo invertido con anticipación sea menor que el gastado con posterioridad.

Debemos dejar de pensar que “la calidad es gratis” (título del libro de Philip Crosby largamente mal interpretado por la indus¬tria del software) y pensar en las palabras de DeMarco y Lister en su libro Peopleware: “Quality is free, but only to those who are willing to pay heavily for it” (“La calidad es gratis, pero solo para aquellos que la desean fervientemente”).

Por Ernesto Kiszkurno, Socio de Pragma Consultores
 

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