Entendiendo China: una cuestión de comparación

Por: Enrique Dans

Un par de artículos largos recientes en MIT Tech Review inciden en la búsqueda de explicaciones para la cada vez más acusada deriva de China para convertirse en el perfecto reflejo de la distopía de George Orwell en “1984“, y lo hacen con una explicación que encuentro, como mínimo, interesante y digna de consideración: la del marco de referencia.

¿Por qué resulta difícil entender China desde una mentalidad occidental? Porque. en muchos sentidos, los occidentales, particularmente desde la perspectiva de los países con cierta tradición democrática, entienden una serie de derechos y libertades como intrínsecos a la naturaleza humana, como prácticamente inalienables o irrenunciables. Podemos arrebatar a un occidental su derecho a la privacidad – y de hecho, está ocurriendo – pero no sin que surja una cierta resistencia o sea necesario poner en juego una serie de intercambios: de hecho, la renuncia a la privacidad es poco habitual que se haga de forma expresa, y sí en función de cuestiones como una mayor seguridad, el acceso a un producto deseable o considerado interesante de manera gratuita, la promesa de una apreciación social, etc.

Entender China y su coevolución con respecto a la tecnología implica entender su historia, sus estructuras sociales, el papel de elementos como la vigilancia y la monitorización a las que las personas se sometían entre sí, etc. Visto así, es posible que se pueda razonar que, en realidad, el creciente uso de las tecnologías asociadas con la monitorización en China hasta convertirla en ubicua no es una manera de avanzar en una distopía, sino una forma de hacer esa distopía menos injusta y de situar los castigos o las represalias por determinados comportamientos en el lugar adecuado. Si el tráfico en una gran ciudad china se considera un problema social importante, castigar a aquel que provoca que el tráfico sea mucho peor puede llegar a considerarse mejor que la alternativa de imponer castigos o restricciones a la totalidad por ello. En función de la referencia que tomemos, entender que el uso de los datos puede ayudar a construir una sociedad menos injusta es, como tal, una idea difícil de entender, pero no completamente disparatada, o al menos, digna de una cierta reflexión.

Si partimos de una óptica de sociedad democrática, incluso con todos los problemas intrínsecos a la democracia o a la interfaz entre democracia y tecnología que llevamos ya un tiempo discutiendo, entender que para un país como China, con todos sus condicionantes, el uso de arquitecturas masivas de procesamiento de datos aplicadas a las relaciones sociales puede llevar a una mejora del sistema de libertades es una idea provocativa que, sin duda, van a tener que explicarnos despacio, y cuyos peligros, en manos de una minoría dirigente, resultan evidentes. Pero si venías de un sistema en el que la democracia no solo no existía, sino que además, las normas se aplicaban de manera prácticamente imprevisible o arbitraria, el hecho de que pases a otro en el que, al menos, la relación con el estado proviene de lo que realmente has hecho o dejado de hacer, la situación puede entenderse, desde su perspectiva, como una mejora, aunque decirlo así pueda parecer una forma de justificar algo que, desde un punto de vista occidental, resultaría completamente injustificable y estaríamos siempre lejos de justificar.

En mi experiencia con estudiantes chinos, siempre me resultó difícil entender, por ejemplo, qué les llevaba a considerar que su situación era mejor teniendo acceso a Google, aunque fuese a una versión de Google censurada, que no teniéndolo, o por qué podía valer la pena renunciar al interés en determinados temas a cambio de una situación económica que evolucionaba de manera claramente ascendente. Es, simplemente, una cuestión de sistemas de referencia, de con respecto a qué comparas tu situación. Ahora, tenemos ya toda una generación en China que ha crecido sin tener acceso a herramientas y servicios como Google, Facebook o Twitter que en Occidente consideramos prácticamente ubicuas, utilizando otras que han llegado ahí para llenar el hueco dejado por éstas, pero sometidas a una fuerte censura.

Para entender China y la interfaz de una web con una presencia de China cada vez más ubicua hay que hacer algo más que aplicar clichés desde una óptica occidental: hay que ponerse en su contexto, pensar desde su situación, tener en cuenta sus circunstancias, y hacer un esfuerzo por no tomar como evidentes conceptos que no necesariamente lo son. Aunque a nosotros nos lo parezcan.