Guerra tecnológica: nadie queda afuera

Los Estados Unidos y China libran una batalla que condicionará la evolución de la economía mundial. A fines de enero, el Departamento de Justicia estadounidense presentó cargos penales contra el gigante tecnológico Huawei por robo de secretos comerciales, obstrucción a la Justicia, fraude bancario y por saltarse las sanciones estadounidenses contra Irán. Son acusaciones que pueden dar paso a la extradición a los EE.UU. de la vicepresidenta de Huawei, Meng Wangzhou, retenida en Canadá desde diciembre. Es el último capítulo de un enfrentamiento cada vez más abierto entre ambos países vinculado a lo tecnológico.

Lo que empezó como una guerra comercial, con la imposición de aranceles sobre un número creciente de productos, evolucionó y llevó a que los EE.UU. pusieran en la mira a compañías chinas como ZTE, Tencent o Huawei.

La nueva guerra fría es tecnológica. “Ahora todo eso pasa ante el ojo público”, explica Zvika Krieger, director del centro del Foro Económico Mundial (WEF, en sus siglas en inglés) y experto en tecnología. “Hasta ahora, solo los conocedores del sector o las autoridades implicadas en estas cuestiones estaban al tanto de esa guerra tecnológica, pero ahora el enfrentamiento es abierto”, reflexiona.

Días atrás, la guerra tecnológica se convirtió en el elefante en la habitación de la cumbre de Davos. Fue el tema no incluido en el programa oficial del que todos hablaban. “El tema surgió en el 90% de las reuniones a las que fui”, cuenta Carlos Pascual, antiguo embajador estadounidense y vicepresidente de la consultora de riesgos IHS Markit. “Si la guerra comercial se resuelve este mes -el ultimátum vence el 1º de marzo- y China promete comprar muchos más productos estadounidenses y abrirse a la inversión extranjera, la guerra tecnológica no va a desaparecer”, sentenciaba.

Huawei, inmersa en una campaña global de relaciones públicas inédita en sus algo más de 30 años de historia, defiende su independencia de las autoridades de Pekín. “Somos una empresa que es 100% propiedad de sus empleados y cada año nos sometemos a una auditoría de la mano de KPMG”, explicó su presidente, Liang Hua, en la cumbre de Davos, al dialogar con periodistas.

Resulta difícil imaginar que Huawei o cualquier compañía china puedan resistir las presiones de un régimen como el de Pekín, especialmente en aras de la seguridad nacional. La emergencia de las empresas tecnológicas chinas en la economía global amenaza el dominio que hasta ahora tenían las empresas estadounidenses del sector.

Huawei ya supera a Apple como segundo fabricante mundial de smartphones, por detrás de la coreana Samsung, la compañía de Palo Alto ha tenido que rebajar sus previsiones de ingresos por primera vez desde 2001, Por el impacto que la desaceleración china tiene en sus ventas.

Las dimensiones de ese enfrentamiento van más allá de lo puramente sectorial y se adentran de lleno en la geopolítica.

El modelo Silicon Valley, el valle cercano a San Francisco donde la innovación y el desarrollo tecnológico se han apoyado en una abundante financiación privada capaz de asumir riesgos, puede sucumbir ante el modelo Shenzen, la ciudad china que alberga a algunos de esos gigantes tecnológicos crecidos al amparo de la protección estatal, la transferencia forzosa de tecnología de las multinacionales que quieren hacer negocios en el país y cuantiosa mano de obra barata y formada.

Son dos modelos contrapuestos, uno basado en la iniciativa privada y otro impulsado por el sector público, de un régimen autoritario. Para impulsar ese modelo, en 2015 el primer ministro chino, Li Keqiang, puso en marcha el plan Made in China 2025. Tres años más tarde, el presidente Xi Jinping reformuló el programa para convertir a China en una superpotencia tecnológica en la industria aeroespacial, la robótica, la biotecnología y la computación. Un programa que, como reconoce el Consejo de Relaciones Internacionales de los Estados Unidos, representa “una amenaza existencial para el liderazgo tecnológico” de ese país.

Washington, de la mano de su presidente Donald Trump, pasó al ataque. “Los americanos no van a ceder la supremacía tecnológica global sin luchar y el caso Huawei demuestra que esa batalla ha comenzado”, decía en una reciente entrevista Michael Pillsbury, director del centro de estudios sobre China del Hudson Institute y asesor de la Administración de Trump.

Para la consultora de riesgos Eurasia Group, uno de los principales riesgos de las tensiones es un invierno en la innovación, por un freno en las inversiones y el desarrollo tecnológico a nivel global. El freno podría producirse en el desarrollo de las redes móviles de 5G, una tecnología que, según Paul Triolo, jefe de Geotecnología de Eurasia “va a ser radicalmente distinta a nada que le haya precedido, por la innovación que va a propiciar”.

Si se va a la teoría que sostiene que cada revolución industrial ha ido precedida y asociada al desarrollo de una tecnología concreta que cambia a la sociedad, en el caso de la cuarta revolución industrial esa tecnología es el 5G. El desarrollo de coches sin conductor o de ciudades inteligentes, por ejemplo, exige una enorme cantidad de datos, con disponibilidad casi inmediata, que solo las redes 5G hacen posible.

“La implantación del 5G es la clave para el desarrollo de la economía digital e internet de las cosas y determinará la evolución de la industria. Es una tecnología en una generación”, sostiene Zvika Krieger. Ahí hay que enmarcar la campaña emprendida por las autoridades estadounidenses para persuadir a sus socios internacionales de vetar a Huawei del desarrollo de las redes de 5G. Los integrantes de la alianza de los Cinco Ojos, un acuerdo de inteligencia firmado por EE.UU., Canadá, el Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, se comprometieron a vetar al gigante chino. Y evalúan sumarse Alemania, Francia y Noruega, por temor a que China pueda llevar a cabo operaciones de espionaje a través de los equipos de Huawei.

La británica Vodafone anunció que aplazaría la instalación de equipamiento de red básica de Huawei en todas sus operaciones europeas, con gran impacto en los países del este. British Telecom declaró que eliminará en dos años todos los equipos de la empresa china usados en la red básica de la operadora móvil. La operadora alemana Deutsche Telekom, sin embargo, advirtió que esas decisiones pueden provocar una demora en el desarrollo del 5G en Europa, previsto para 2020, de al menos dos años. “Según ha ido escalando la confrontación comercial y tecnológica, impulsada por los temores económicos y de seguridad nacional de Estados Unidos y por los ambiciosos objetivos de desarrollo industrial, tecnológico y económico de China, cada decisión asociada con el desarrollo de las redes 5G se ha politizado”, explica Paul Triolo, en su informe La geopolítica del 5G. Cada vez más voces del sector inciden en la necesidad de abordar esta cuestión desde un punto de vista multilateral y supranacional. En el Foro de Davos, la canciller Angela Merkel defendió la necesidad de crear un organismo multilateral, una especie de OTAN tecnológica que aborde tanto las cuestiones de ciberseguridad, como el tratamiento de datos, la ética de la inteligencia artificial y la biogenética. “Hemos quedado [Europa] muy a la zaga en el desarrollo de las plataformas tecnológicas, pero, en cambio, la Unión Europea ha sentado las bases para reglamentar el tratamiento de los datos y ese debe ser el rasero europeo para avanzar en la digitalización”, afirmó. Se refería a la puesta en marcha del reglamento general de protección de datos (GDPR, en sus siglas en inglés) que entró en vigor a finales de 2018. Una decisión encaminada a proteger el tratamiento de los datos de los consumidores que fue inicialmente rechazada por los gigantes tecnológicos pero que ahora ven como tabla de salvación para recuperar la confianza de los consumidores.

Fuente: El País