Lograron cultivar vasos sanguíneos artificiales

Un nuevo reemplazo de vasos sanguíneos, cultivado en el laboratorio y que está compuesto completamente por materiales biológicos aunque sin albergar células vivas en el momento de la implantación, podría ser empleado como un injerto de aplicación cotidiana para los pacientes de diálisis renal. En un estudio reciente con primates no humanos, ha dado buenos resultados.

Constituye el primer caso de un injerto no sintético y descelularizado que es repoblado con células procedentes del propio receptor cuando se le implanta en este. Podría ayudar a miles y miles de pacientes de diálisis renal cada año. Estos nuevos injertos podrían ser también adaptados en el futuro para algunos usos cardiacos.

El estudio fue llevado a cabo por el equipo de Robert Tranquillo, profesor del Departamento de Ingeniería Biomédica en la Universidad de Minnesota en Estados Unidos.

Mucha gente en el mundo está siendo tratada con hemodiálisis de supervivencia. En este ámbito, el actual modo preferido para el acceso a un vaso sanguíneo es una fístula arteriovenosa, que conecta una arteria con una vena en el brazo. Sin embargo, entre el 30 y el 50 por ciento de los pacientes experimentan complicaciones y se necesita conectar la vena y la arteria usando un tubo artificial, el llamado injerto arteriovenoso.

Actualmente, esos injertos artificiales están hechos de materiales sintéticos que son propensos a problemas de coagulación, infecciones y otras complicaciones. Los injertos cultivados en el laboratorio a partir de células y materiales biológicos podrían causar menos reacciones adversas, pero los tejidos vivos no son estables a la hora de su almacenamiento a largo plazo y podrían inducir una respuesta inmunitaria de rechazo a menos que se empleen las células del propio paciente, todo lo cual es una barrera para su comercialización y uso clínico.

En los experimentos más recientes, los investigadores implantaron los injertos cultivados en el laboratorio, de 15 cm de longitud, en babuinos adultos. Seis meses después de la implantación, los injertos actuaban básicamente como un vaso sanguíneo y los investigadores observaron que células sanas de los sujetos receptores se estaban situando dentro de las paredes de los tubos. Después de ese periodo, se demostró que los injertos soportaban casi 30 veces la media de la presión sanguínea humana sin romperse. Los implantes no provocaron una respuesta inmunitaria de rechazo y resistieron ante las infecciones. Además, los injertos soportaron repetidos pinchazos de aguja, curándose por sí mismos, lo cual sería un proceso necesario para los pacientes a los que hay que aplicarles diálisis de manera rutinaria por tiempo indefinido.