Los bancos centrales también temen al ‘efecto Amazon’

La desinflación en precios y salarios que generan las tecnológicas, con Amazon a la cabeza, es una de las causas que explican que los bancos centrales se lo estén pensando tanto a la hora de primero, retirar estímulos y después, subir tipos.

Quizá quien hoy esté leyendo este artículo ha acudido alguna vez a una tienda a ver in situ una prenda de ropa, un pequeño electrodoméstico, un teléfono móvil, unos zapatos…y ha abandonado el establecimiento con las manos vacías. Pero no porque no le gustara el objeto en cuestión sino porque cree que a través de internet, el mayor escaparate del mundo, lo podrá comprar más barato. Si se siente identificado con esta situación ha de saber que sí, que usted también ha contribuido a lo que los economistas, bancos de inversión e incluso banqueros centrales han coincidido en denominar “Efecto Amazon”.

La compañía que empezó siendo un mero centro logístico que vendía libros online se ha convertido en una de las grandes caras de Wall Street con 451.000 millones de dólares de capitalización bursátil y una subida en bolsa del 5.000 por ciento desde que debutó en el parqué allá por el año 1997. Pero además, Amazon se ha convertido hoy en la gran amenaza de muchos negocios tradicionales y una prueba de ello es que, según recoge la web Zerohedge con datos de Bloomberg, el nombre de la compañía se repitió en una de cada cinco conference call que las empresas del S&P500 dieron con motivo de la publicación de resultados.

Su impacto en la distribución…

De todos esos sectores susceptibles de sufrir el efecto Amazon el más obvio es el de la distribución. El auge del comercio online, en el que Amazon acapara el 40 por ciento del total según la revista Forbes, ya ha provocado que más de una docena de cadenas minoristas se hayan declarado en concurso de acreedores lo que ha llevado al bróker americano Cushman & Wakefield a afirmar, en declaraciones a Bloomberg, que el número de comercios que cerrarán sus puertas en 2018 se elevará hasta los 13.000, el triple que en 2016. Y Citi ya habla del cierre este año de 6.000 tiendas, la cifra más alta desde que comenzó la crisis de las subprime. Además, tampoco ayuda al sector del retail el hecho de que una de las primeras grandes compras que ha hecho Amazon haya sido en el sector de la distribución, con la adquisición de Whole Foods y, de hecho, desde entonces compañías como Walmart, Coscto, Ahold o Carrefour han visto cómo sus acciones caían más de un 8 por ciento desde el anuncio. Descontaban con la compra del gigante de comida orgánica el inicio de una guerra de precios que Bezos se encargó de confirmar después al anunciar que bajará los precios de Whole Foods un 40 por ciento. “El nivel de inversión que hace Amazon en sí mismo es algo brutal que no hace nadie más. Piensa más allá. Su concepto de retorno es diferente y lo que está haciendo es limpiarse de sus competidores”, apunta Ignacio Perea, director de inversiones de Tressis Gestión. Y ante Amazon hay dos opciones. La primera es enfrentarse a él con nuevas alianzas como la que ha llevado a cabo Walmart al incluir sus productos en la plataforma de compra de Google, Google Express, no disponible en España. Y la segunda es subirse al carro de Bezos como ha hecho empresas como Kohl’s, Nike o Dia.

Pero el llamado efecto Amazon va mucho más allá del sector de distribución ya que las implicaciones de este nuevo modelo de negocio pueden suponer un giro radical en las políticas monetarias de los bancos centrales, centradas hasta ahora en conseguir un objetivo de inflación del 2 por ciento que hoy parece casi inalcanzable pese a toda la liquidez que se ha inyectado en mercado en los últimos años para conseguirlo. “Lo que se ha conseguido es una inflación de activos financieros pero las empresas como Amazon, Netflix y demás presentan tecnologías desinflacionistas y hay una divergencia entre las expectativas inflacionistas y el propio negocio de estas firmas, que es todo lo contrario”, apunta Daniel La Calle, economista jefe de Tressis. De hecho, los bancos centrales poco a poco empiezan a incluir a la tecnología en sus discursos para explicar por qué la inflación no sube como lo hacía en el pasado y cómo está dejando a los nuevos trabajadores en condiciones de precariedad. Charles Evans, presidente del Fed de Chicago, ha sido uno de los primeros en subrayarlo: “Sabemos que la tecnología es disruptiva y eso podría ser un problema para mantener controlada a la inflación”. Y no solo se refiere al impacto que pueda tener Amazon en los precios de los alimentos sino también al que puede tener Netflix en el consumo de televisión, Tesla en el precio de los carburantes o Google en los servicios financieros.

Más tecnología, ¿menos salarios?

Unos efectos desinflacionistas que no solo se quedan en las cestas de la compra sino que también llegan a los salarios que, según los expertos son en realidad en lo que se están fijando ahora los bancos centrales a la hora de elaborar sus hojas de rutas sobre la normalización monetaria. “Lo que se está mirando sobre todo son los salarios y lo normal sería pensar que en este entorno de tipos y con un crecimiento positivo y tasa de desempleo a la baja se trasladara a los salarios y después s los precios”, afirma Sergio Míguez, de EFPA.

No en vano, la relación entre crecimiento y salarios ha sido históricamente proporcional -a mayor crecimiento, mayores salarios y, por ende, mayor inflación- pero ahora esta triada económica no parece moverse en la misma dirección, o al menos no de una manera igualmente proporcionada, lo que pone en duda que la curva de Philips, que relaciona el crecimiento con la inflación, siga funcionando en un futuro cada vez más tecnológico. Por ejemplo, en el caso de EEUU, el IPC ha aumentado en tasa interanual un 1,9 por ciento, el PIB cerró el segundo trimestre del año -último datos disponibles- con un aumento del 3 por ciento y los salarios, aunque en tasas interanuales crecen un 2,5 por ciento, llevan cinco meses casi estancados. Mientras, en Europa, la inflación sigue manteniéndose en niveles del 1,5 por ciento y en su última reunión el BCE redujo sus previsiones de cara a 2018 en una décima hasta niveles del 1,2 por ciento. Y aunque la eurozona se ha convertido en la gran locomotora de los mercados occidentales gracias al crecimiento internanual del 2,3 por ciento que acumula, los salarios en la eurozona solo han subido en términos interanuales un 1,8 por ciento. Pero, ¿qué impacto tienen Amazon y otras tecnológicas en este tímido repunte de los salarios? Según Donald Trump, mucho, y de hecho, el presidente de EEUU ha acusado vía tuit a Amazon y a otras tecnológicas de estar destruyendo empleo en EEUU. Y es que aunque las grandes tecnológicas americanas aparecen en todos los ranking de salarios- de media pagan más de 100.000 dólares al año- esos sueldos están limitados a muy pocas manos. Por ejemplo, según los datos de Stadista, Amazon cuenta con 340.000 empleados -se incluyen los empleados a tiempo parcial-, Alphabet con 71.000 empleos y Facebook, según sus cifras, con poco más de 20.000. Números que contrastan con los dos millones de personas a los que emplea Walmart y que son posibles, entre otras cosas, gracias a la fuerte robotización de los negocios de las grandes tecnológicas americanas -solo Amazon trabaja ya con 100.000 robots en todo el mundo-.

“Los modelos laborales que tienen las empresas tecnológicas son excelentes y en la mayor parte de los casos se basan en trabajadores de autónomos. Es un modelo que es vital para tratar de competir con los emergentes. Además, está el uso de robots que aunque no dejarán a la gente sin empleo sí disminuye la capacidad de negociación de los empleos más manuales. Se trata de la cuarta revolución industrial. Los bancos centrales tienen que salir de su torre de marfil y empezar a ver la economía real”, apunta Víctor Alvargonzález, estratega de mercados. De hecho, esa pérdida de poder en el mercado la es una de las razones que esgrime Lukas Daalder, director de Robeco Investment Solutions, para explicar por qué la inflación ha dejado de ser un problema tal y como lo era hasta ahora. “La primera razón es la digitalización. Otra sería la pérdida de poder en el mercado laboral por parte de los trabajadores, con el declive de los sindicatos, la globalización y la continuada automatización de industrias que anteriormente requerían mucha mano de obra”, apunta. Y da aún dos más: “El envejecimiento demográfico es también deflacionario, ya que las personas mayores tienden a ahorrar más y gastar menos. Por otra parte, el petróleo ha perdido su capacidad de incidir sobre los mercados, puesto que otras formas de energía, tales como el gas de esquisto o la energía solar, han hecho que el precio del crudo se debilite”, afirma este experto.

¿Hacia una era de los salarios bajos?

En este contexto, con un petróleo estable en el nivel de los 50 dólares y sin gran potencial de subida más allá del que pueda protagonizar a corto plazo al calor de crisis geopolíticas, y unos precios de los alimentos que, si se cumplen las previsiones de los expertos, tenderán a la baja, toca preguntarse si la inflación y su impacto en los salarios dejará de ser la brújula que guíe los pasos de los bancos centrales. Y sobre todo, cabe preguntarse si, aun con las tasas de inflación bajas, los bancos centrales se atreverán a subir los tipos. “Creo que vamos hacia una nueva era de tipos de interés bajos ya que la Fed se equivoca al pensar que si hay crecimiento va a haber inflación. De hecho, puede haber crecimiento sin que haya inflación y es algo que ha pasado siempre que ha habido un cambio industrial importante como el actual”, apunta Víctor Alvargonzález.

De momento, lo cierto es que antes de llegar a ese momento,los bancos centrales se enfrentan a un paso previo que es el de comenzar a reducir los estímulos, a ir desenredando la maraña en la que se han convertido sus quantitative easing que tanto han celebrado los activos financieros pero que no han conseguido su gran objetivo, el de generar inflación. La Fed, como viene siendo habitual, ha sido la primera en mover ficha en este sentido y la semana pasada que empezará a reducir su balance con ventas mensuales de 10.000 millones de dólares y con incrementos trimestrales por el mismo valor durante los próximos 12 meses hasta alcanzar un total de 50.000 millones de dólares. Una decisión que ha llevado a no pocos analistas, el 71 por ciento del consenso de Bloomberg, a pronosticar una tercera subida más de tipos de interés antes de que acabe el año.

La situación de EEUU dista mucho de parecerse a la que se está viviendo en la eurozona, donde además de no contar con una tasa de casi pleno empleo como en EEUU, la fortaleza del euro no hace otra cosa que ahondar entre las diferentes perspectivas de los miembros del BCE. “Tiene algunas implicaciones importantes para las políticas de los bancos centrales y los rendimientos de las clases de activos. El impacto económico directo es una revisión a la baja de la trayectoria inflacionista. El BCE, que está tratando desesperadamente de aumentar la inflación, está directamente afectado y podría verse obligado a aplicar un ajuste más suave en 2018”, apunta Gilles Seurat, gestor de La Française.

De momento, lo que espera en mercado es lo que ha dejado entrever Draghi: que el BCE dará pistas sobre cómo empezará a retirar estímulos al mercado a partir del mes de octubre porque para esa fecha “tendremos la información suficiente y estaremos listos para tomar las decisiones oportunas”, apuntó Draghi en la reunión del banco central del mes de septiembre. Aunque desde Allianz Global Investors consideran que no será hasta el mes de diciembre cuando realmente el BCE establezca su hija de ruta para empezar a retirar estímulos al mercado ya que para en la última reunión del año será cuando “se conozcan las primeras previsiones de inflación para 2020”.

Más dudas hay en cuanto a la gran pregunta de ¿cuándo se dejarán atrás los tipos de interés al 0 por ciento? Según el consenso de analistas de Bloomberg, hay que remontarse hasta diciembre del 2018 para encontrar un consenso de al menos el 50 por ciento de los analistas que defiendan una subida de los tipos de interés de la eurozona. Si están en lo cierto esa subida se producirá con una inflación del 1,2 por ciento, muy alejada del 2 por ciento que como máximo se puede permitir el BCE. Sin embargo, llegar a ese punto no será una tarea fácil si no terminan de repuntar los salarios. “Los banqueros centrales tienen un gran problema porque la robotización es muy grande y eso limita mucho las presiones de los empleados con respecto a los salarios”, afirma Víctor Alvargonzález. A este respecto, Bank of America pronostica que “la adopción de robots e inteligencia artificial puede aumentar la productividad un 30 por ciento en 2020 además de recortar los costes laborales entre un 18 y un 33 por ciento”.

Fuente: El Economista Es