¿Por qué tu cuerpo es tú mejor contraseña?

Por Ricardo Torices, director de producto biométrico 

Hace un par de semanas charlaba con un amigo que se encontraba preocupado porque perdió su libreta en la que había anotado diversas contraseñas para tener acceso digital a sus cuentas personales, de banco y hasta a algunos sistemas de la empresa para la que labora.

El miedo de mi amigo radicaba en que la persona que hallara su agenda podía acceder y robar fácilmente su información. Tan sólo durante los primeros meses del 2020, el Banco de México reporto que, a nivel mundial, México ocupo el octavo lugar en robo de identidad, pues 67% de los usuarios de la banca reportaron la pérdida de documentos, 63% el robo de carteras y portafolios y 53% afirmó que su información fue robada directamente desde sus tarjetas bancarias.

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Entiendo perfectamente a mi amigo incluso yo he tenido ese mismo problema en algunas ocasiones, derivado de las políticas de uso de contraseña, usar una mayúscula, un carácter especial, mínimo 10 caracteres, cambiarla casi cada 15 días, etc. Me cuesta mucho trabajo poder recordar cada una de mis contraseñas. ¿A ti te ha pasado algo similar?, ¿has anotado tenido que anotar tus contraseñas en una libreta?

Por suerte, la biometría ya trabaja en beneficio de la sociedad empresarial y de los usuarios en general, al facilitar que las personas utilicen algún rasgo físico para verificar su identidad en lugar de tener que crear, recordar y utilizar una contraseña en cada transacción o acceso. Ya sea su huella digital, el escaneo facial o del iris, geometría de la mano, reconocimiento vascular, la comprobación de usuario a través de patrones de movimiento, reconocimiento de voz, firmas o escrituras digitales.

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En el pasado, la biometría sólo se utilizaba para la seguridad en instituciones gubernamentales o sitios militares; sin embargo, hoy en día, es posible encontrarla en diversos sectores; el más evidente está en las instituciones bancarias, las cuales ya cuentan con aplicaciones para dispositivos inteligentes y solicitan a los usuarios su huella digital o rostro para acceder a su información financiera y para autorizar el pago de bienes y servicios.

Otro de los usos frecuentes de esta tecnología, se da en los sitios de trabajo, ya sea que se utilice la huella digital o el registro facial para registrar el inicio y fin de las jornadas laborales, o que se emplee para dar acceso a determinada información sensible, dependiendo el cargo y área a la que pertenezca cada colaborador.

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Adicionalmente en algunos call centers requiere que las personas que llaman se autentifiquen a través del reconocimiento por voz para dar certeza de que el participante es quién dice ser.

Y aunque parezca sorprendente, también podemos hacer uso de la Inteligencia Artificial y la biometría para firmar documentos a distancia, hacer autorizaciones de gastos e incluso enviar contratos que en otros momentos requerían de una rúbrica en papel.

Por eso, la mayor parte del trabajo que se realiza entre la Inteligencia Artificial y la biometría se adapta a las necesidades de cualquier empresa. En Dicio, por ejemplo, contamos con sistemas de encriptación y trazabilidad de datos. Así mismo tenemos tecnología que permite asegurar la identidad de las personas de manera remota, utilizando sus rasgos biométricos.

Sin duda, aún hay más aplicaciones que podemos dar a los datos biométricos, y son más aquellos sectores en los que hace falta desarrollar su uso para facilitar el acceso a información y garantizar el uso de datos, como el sector aeroportuario, gestión de pasaportes digitales, acceso a expedientes en el sector salud, por mencionar algunos.

Después de conocer esta información, mi amigo reconoció que debe dejar atrás la administración de sus contraseñas escribiéndolas en papel o intentando recordarlas y se sorprendió con la facilidad y rapidez con que puede autenticarse, casi con cualquier movimiento o parte de su cuerpo.

Y tú, ¿ya haces de tu cuerpo tu mejor contraseña?