¿Qué es la inmunidad de grupo a la que apuntaba Boris Johnson?

Básicamente existen tres formas de detener la enfermedad del coronavirus (COVID-19) para siempre. La primera implica restricciones extraordinarias sobre la libertad de movimiento y reuniones, acompañada de pruebas masivas para cortar su transmisión por completo. Pero ahora que el virus se encuentra en más de 100 países, eso podría resultar imposible. La segunda forma consiste en desarrollar una vacuna, pero eso requerirá algo de tiempo y no se espera que llegue ninguna, como pronto, hasta 2021.

Así que la tercera podría ser la más efectiva, aunque también la más horrible: esperar a que haya una cantidad suficiente de personas infectadas. Si el coronavirus continúa propagándose, muchas personas se infectarán y (si sobreviven) desarrollarán inmunidad, lo que hará que el brote desaparezca por sí solo,  ya que el germen tendría cada vez más dificultades para encontrar un huésped vulnerable. Este fenómeno se conoce como inmunidad de grupo o colectiva.

La propagación amplia e imparable del coronavirus es, precisamente, el resultado que los expertos prevén como el peor escenario. Armados con todo lo que saben sobre el virus en este momento, creen que la pandemia podría acabar infectando a aproximadamente al 60 % de la población mundial, incluso en un solo año. Esas cifras no son aleatorias. Se basan en el punto en el que los epidemiólogos creen que debería surgir la inmunidad colectiva para este virus en particular.

La idea de la inmunidad de grupo apareció en los medios la semana pasada después de que el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, indicara que la estrategia oficial del país consistirá en mantener la templanza y dejar que la enfermedad siga su curso. El principal asesor científico del Gobierno de Reino Unido, Patrick Vallance, afirmó que el país tendría que “desarrollar algún tipo de inmunidad colectiva para que más personas se vuelvan inmunes a esta enfermedad y reducir la transmisión”. Y hace un par de días, el primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, hizo una declaración similar: “Podemos frenar la propagación del virus y al mismo tiempo desarrollar la inmunidad de grupo de una manera controlada”.

Pero optar por la inmunidad de grupo como primera opción podría ser una estrategia desastrosa, según las últimas estimaciones, ya que muchas personas se pondrían gravemente enfermas, y un repentino aumento del número de enfermos que necesitan atención hospitalaria o estar en las unidades de cuidados intensivos colapsaría los hospitales. Así que, tras la polémica, Reino Unido señaló que llevaría a cabo más acciones para suprimir el virus, como desaconsejar las reuniones. Disminuir la velocidad de la propagación significaría mantener la estabilidad de los sistemas sanitarios y salvar vidas, pero en última instancia, el resultado podría ser el mismo. Es decir, incluso si la pandemia se dilata en el tiempo, la inmunidad de grupo aún podría ser el arma que acabe con ella.

Después de las críticas al Gobierno de Reino Unido, el secretario de Estado para la Salud y la Asistencia Social, Matt Hancock, aclaró: “La inmunidad colectiva no es nuestro objetivo ni política. Es un concepto científico”.

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Pero, ¿qué es exactamente la inmunidad de grupo?

Cuando un porcentaje suficiente de una población se vuelve resistente a un microorganismo, su propagación se detiene de forma natural porque no hay suficientes personas capaces de transmitirlo. Por lo tanto, esa “población ” es inmune, aunque muchas personas dentro de ella todavía no lo sean.

Aunque resulta espantoso contemplar la posibilidad de que miles de millones de personas se infecten con el coronavirus, que tiene una tasa de mortalidad estimada por infección de alrededor del 1 % (pdf) (eso tampoco es seguro, y la tasa de mortalidad de los casos ingresados es mayor), se han detectado pruebas de la aparición de la inmunidad colectiva en otros brotes recientes.

Cómo la inmunidad de grupo puede detener un virus

Gráfico: en un modelo simple de un brote, cada infectado contagia a dos personas más, lo que produce un aumento exponencial de contagios. Pero cuando la mitad de la población es inmune, el brote deja de aumentar.

Un ejemplo es el virus Zika, una enfermedad transmitida por mosquitos que en 2015 se convirtió en una epidemia y provocó pánico generalizado porque su relación con unas anomalías en recién nacidos. Dos años más tarde, en 2017, ya no había tanto de qué preocuparse. Al analizar muestras de sangre, un estudio brasileño descubrió que el 63 % de la población en la ciudad costera de Salvador (Brasil) ya había estado expuesta al Zika. Los investigadores especularon que la inmunidad de grupo había sido la responsable de acabar con ese brote.

Las vacunas también generan inmunidad de grupo, independientemente de si se administra a nivel generalizado o, a veces, en forma de “anillo” alrededor de un nuevo caso de una infección rara. Así fue como se erradicaron algunas enfermedades como la viruela y es el motivo de que la polio esté a punto de desaparecer.

Hay múltiples proyectos en curso para crear una vacuna contra el coronavirus, pero probablemente no tengamos ninguna hasta dentro de más de un año. Incluso entonces, los fabricantes podrían verse envueltos en una carrera contra la naturaleza para ver quién protege primero al grupo. Eso es, en parte, lo que sucedió en 2017, cuando el fabricante de medicamentos Sanofi abandonó silenciosamente el desarrollo de una vacuna contra el Zika tras quedarse sin fondos: simplemente ya no había mercado suficiente.

El coronavirus es nuevo, y por eso parece que nadie es inmune a él: eso es lo que le permite propagarse y causar efectos tan graves en algunas personas. Para que la inmunidad de grupo funcione, las personas deben volverse resistentes después de haber sido infectadas. Eso ocurre con muchos gérmenes: las personas que están infectadas y se recuperan se vuelven resistentes a contraer esa enfermedad de nuevo, porque su sistema inmunológico cuenta con anticuerpos capaces de vencerla.

Alrededor de 80.000 personas ya se han recuperado del coronavirus, y es probable que ahora sean resistentes, aunque el grado de inmunidad todavía se desconoce. El experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Maryland (EE. UU.) Myron Levine afirma: “Me sorprendería, aunque no del todo, que las personas no se vuelvan inmunes”. Algunos virus, como la gripe, encuentran formas de mutar, y por eso no existe una inmunidad generalizada contra estos gérmenes estacionales.

¿Cuándo alcanzaremos la inmunidad de grupo?

El punto en el que desarrollemos la inmunidad colectiva está matemáticamente relacionado con las tendencias de propagación del virus, que se expresa como su número de reproducción, o R0. El R0 para el coronavirus está entre 2 y 2,5, estiman los científicos (pdf), lo que significa que cada persona infectada lo transmite a otras dos personas, sin contar con las medidas para contener el contagio.

Para hacerse una idea de cómo funciona la inmunidad colectiva, hay que pensar en que los casos de coronavirus se multiplican en una población susceptible de la siguiente manera: 1, 2, 4, 8, 16, y así sucesivamente. Pero si la mitad de la población es inmune, la mitad de esas infecciones nunca ocurrirán, por lo que la velocidad de propagación se divide en dos. Entonces, según Science Media Centerel brote sigue avanzando a fuego lento de esta manera: 1, 1, 1, 1… El brote desaparece cuando la tasa de infección es inferior a 1.

La tasa actual de la propagación del virus es superior a la de la gripe común, pero es similar a la de las otras formas emergentes de la gripe que de vez en cuando han recorrido el mundo. “Es similar a la gran pandemia de gripe de 1918, y supone que el final de esta epidemia requerirá que casi el 50 % de la población se vuelva inmune, ya sea mediante una vacuna que todavía tardará en llegar o por contagio natural”, aseguró el epidemiólogo de la Universidad de Harvard (EE. UU.) Marc Lipsitch, durante una reunión de expertos por videoconferencia el pasado fin de semana.

Cuanto más infeccioso resulta un virus, más personas tienen que volverse inmunes para poder lograr la inmunidad colectiva. El sarampión, una de las enfermedades de más fácil transmisión, con un R0 superior a 12, requiere que aproximadamente el 90 % de las personas sean resistentes para que las no inmunes estén protegidas por su colectivo. Por eso, cuando un pequeño número de personas opta por no recibir la vacuna contra el sarampión pueden surgir nuevos brotes.

Del mismo modo, si el coronavirus se propaga más fácilmente de lo que estiman los expertos, hará falta que más personas lo contraigan para alcanzar la inmunidad colectiva. Para un R0 de 3, por ejemplo, el 66 % de la población debería ser inmune antes de que ese efecto funcione, según el modelo más simple.

Ya sea el 50 %, el 60 % o el 80 %, las cifras suponen miles de millones de personas infectadas y millones de muertes en todo el mundo, aunque cuanto más lento sea el desarrollo de la pandemia, mayores serán las posibilidades de que los nuevos tratamientos o vacunas ayuden a combatirla.

Los últimos modelos epidemiológicos desarrollados en Reino Unido recomiendan la “supresión” agresiva del virus. Las tácticas básicas recomendadas consisten en aislar a las personas enfermas, tratar de reducir los contactos sociales en un 75 % y cerrar las escuelas. Esas medidas económicamente costosas podrían continuar durante muchos meses. La epidemióloga principal del nuevo modelo del brote del Imperial College de Londres (Reino Unido), Azra Ghani, afirma: “Si se suprime la transmisión significa que no estamos desarrollando la inmunidad de grupo“. Pero añade que, lo bueno es “que la estamos reduciendo a un nivel tan bajo que deberíamos mantener esas [medidas]”.