Telegram en la mira del gobierno de Hong Kong

Alice caminó durante horas antes de llegar a su casa en la noche del 21 de julio. Era domingo, y el sofocante calor veraniego de Hong Kong (China) la había dejado agotada y nerviosa. Aun así, seguía atenta a su teléfono, que había estado sonando durante todo su trayecto en metro.

El dispositivo no paraba de recibir alertas de noticias sobre un grupo de manifestantes que se había separado de la marcha pacífica y se había topado con la policía antidisturbios. Al llegar a su apartamento, abrió su ordenador portátil y entró en una página web que mostraba nueve vertiginosas escenas en directo de diferentes canales de noticias. Llamó la atención una en particular en la que se veía caos en una cercana estación de ferrocarril. Podía ver a hombres con palos que aterrorizaban a los pasajeros del tren, irrumpían en los vagones y golpeaban a los transeúntes arrodillados en el suelo pidiendo clemencia.

La transmisión en directo fue conmovedora y horrorosa: Alice se imaginó en medio de aquella estación. Se estremeció y gritó cuando vio cómo un atacante con camisa rosa golpeaba a una periodista que grababa desde su teléfono móvil. Aunque acabó en el suelo por los golpes, la periodista siguió grabando y narrando la escena mientras se ponía de pie. Cuando llegó la policía, Alice vio a algunos pasajeros que les gritaban por aparecer cuando la violencia había terminado. La ira de la multitud aumentó y los oficiales finalmente se retiraron.

Hace poco, Alice, quien pidió que solo usara su nombre en inglés por temor a represalias, me dijo: “Sé que yo no estaba allí. Pero la experiencia fue profundamente visceral. Pude sentir el estado de ánimo y la tensión en la estación, lo enojados que estaban todos con la policía en tiempo real. Hubo momentos en los que parecía que la policía también iba a empezar a pegar a las personas. Y la reportera narrando, gritando las preguntas… me pareció que era yo misma”.

Retransmitir la información

Hong Kong destaca por su zoco de centros comerciales electrónicos, y por tener internet de alta velocidad por todas partes. Por eso, cuando en junio estallaron las protestas por los planes de implementar una controvertida ley de extradición, que entregaría a los residentes de Hong Kong acusados de crímenes al opaco sistema judicial de China continental, era de esperar que muchas personas recurrieran a servicios online para obtener más información y consejos.

Muchos de estos consejos ya están muy bien documentados. Todo, desde el suministro de alimentos y agua hasta las ruedas de prensa, aparece en la aplicación de chat Telegram, por ejemplo. Además, LIHKG, un foro similar a Reddit pero limitado a las IP locales, ofrece un montón de información para que una red de ciudadanos anónimos pueda intercambiar memes, horarios de manifestaciones y tácticas. Las encuestas online suelen determinar la ubicación del próximo flash mob para irrumpir el tráfico.

“El público no quiere un vídeo bien editado, quiere sentirse como si estuviera en el terreno, en la situación más peligrosa”.

Y, como en muchas protestas históricas, un pequeño ejército de periodistas y activistas lo retransmite todo en directo, desde las marchas más importantes hasta las mínimas disputas con la policía. Los vídeos sin editar se aprovechan los hábitos de los medios locales: muchas personas reproducen las transmisiones en directo en un segundo plano mientras cocinan o pasan el rato con amigos. Tenerlas de fondo les ayuda a crear un sentido de solidaridad y pertenencia, incluso entre aquellos que no están en las calles.

La reportera de Stand News que fue atacada por sostener la cámara, Gwyneth Ho, afirma que los vídeos en directo crean una conexión muy directa con muchos espectadores. La periodista detalla: “No nos importa la calidad ni el encuadre, ya que estamos en medio de los manifestantes e incluso de la policía, y la gente realmente se sumerge en la escena. El público no quiere un vídeo bien preparado, quiere sentir lo que se siente en el terreno, en la situación más peligrosa. Mucha gente me ha dicho que fue como recibir una paliza en realidad virtual”.

Los beneficios del directo

No es la primera vez que los vídeos juegan un papel clave en movimientos de protesta, y las redes sociales y los mensajes online también han influido en otros lugares, incluidas las protestas de la Primavera Árabe que se extendieron por Oriente Medio y el norte de África a principios de la década de 2010. Pero en Hong Kong han creado técnicas propias.

Varios equipos de voluntarios han empezado a crear y compartir mapas en directo para ayudar a los que están en el terreno durante las manifestaciones. Han sido creados por un hombre que se identifica como Orca, un educador de unos 40 años. Afirma que su motivación para actuar nació después de ver el “pánico masivo y la enorme ansiedad” durante una protesta que dio lugar a enfrentamientos en un centro comercial de alta gama. Orca me dijo: “Nadie sabía dónde estaba la policía ni dónde estaban las rutas de escape. Así que nuestro equipo comenzó a planificar la próxima gran manifestación la semana siguiente”.

Ahora, Orca y su equipo publican docenas de mapas durante las grandes manifestaciones, actualizando posiciones con colores para mostrar la ubicación de la policía, los “matones” y los manifestantes, además de iconos para indicar dónde están los primeros auxilios, las zonas de descanso y las estaciones de suministros. Para crearlos, una serie de voluntarios en el terreno introducen la información en un mapa en blanco en sus iPads y la envían a un “integrador” que compara los datos con las noticias de las transmisiones en directo y con las cadenas de televisión antes de juntarlo todo y enviarlo a través de Telegram o mediante el servicio de transferencia de archivos AirDrop de Apple. Durante una concentración, se estima que 600.000 personas descargaron mapas distribuidos por el equipo de Orca. Y este es solo uno de los tres servicios de mapas que se ofrecen durante las protestas.

Alice, que ha usado los mapas de Orca en varias ocasiones, nunca pensó que participaría más allá de alguna marcha ocasional. Pero tras ver el alboroto del metro, algo cambió.

En los días siguientes, compartió su recorrido diario e información sobre el ataque a cualquier persona con una conexión abierta a través de AirDropping. Una semana después, participó en su primera reunión no autorizada, en el mismo suburbio donde tuvieron lugar los ataques en el tren.

Empezó a donar el poco dinero que podía en una recaudación de fondos online pagar los honorarios judiciales de los manifestantes arrestados. Y después de sufrir el ataque de la policía con gases lacrimógenos, donó cajas de filtros para máscaras de gas. También solía dejar dinero suelto en la parte superior de las máquinas de billetes del metro para ayudar a los manifestantes a comprar billetes de un solo uso y evitar ser rastreados.

Luego, tres semanas después de ver el ataque de la estación de tren, Alice decidió que sus contribuciones debían ser más directas. Durante uno de los fines de semana más violentos hasta el momento, se unió a la multitud con una mochila llena de suministros: vendas, agua, alimentos y filtros para máscaras de gas. Cuando vio una llamada de ayuda en Telegram, corrió hacia las líneas policiales por primera vez, abrió su bolso a los necesitados y se retiró rápidamente, revisando los mapas de Orca para evitar toparse con la policía.

La tecnología, el nuevo campo de batalla

El 24 de agosto, Alice contempló a una multitud de manifestantes reunidos alrededor de una de las 50 farolas inteligentes que se habían instalado en la ciudad desde junio. Cada una de ellas, y otras 350 pendientes de instalación, están llenas de cámaras y equipos de vigilancia. Las publicaciones en Telegram explicaban la acción que se iba a desarrollar, y Alice vio cómo otros activistas llevaban herramientas eléctricas a su base. Ya no podía considerarse a sí misma como una participante pasiva. Iba vestida con la ropa que se ha convertido en el uniforme de los manifestantes: completamente de negro, el rostro tapado con una máscara quirúrgica negra y una gorra negra.

El alto poste de metal en el que estaba la farola cayó haciendo un ruido fuerte, y la multitud estalló en vítores. Los manifestantes se tiraron de inmediato sobre ella y comenzaron a sacarle piezas. Hicieron fotos de los detalles del fabricante y de los componentes, y subieron la información a internet. Demosisto, un partido político prodemocrático, publicó un análisis rápido de cada componente.

“Este momento es nuestra última oportunidad de luchar por Hong Kong, o la próxima generación ni siquiera sabrá qué es la privacidad”.

El profesor asistente de la Universidad China de Hong Kong y e jefe de Libertad de Expresión de Google en Asia, Lokman Tsui, explica que, aunque la tecnología ha sido crucial para generar apoyo para el movimiento, muchos han cambiado su enfoque para engañar al Gobierno. “En los últimos meses, las personas se han formado increíblemente rápido sobre el cifrado de extremo a extremo, sobre las compras de billetes de transporte de un solo uso y sobre los peligros de la vigilancia generalizada”, afirma.

En los últimos tres meses, la policía ha arrestado a más de 1.100 personas y sus tácticas se han vuelto cada vez más agresivas. Los manifestantes están preocupados y su comportamiento, desde pintar cámaras con pintura en aerosol o tirarlas contra los postes de metal, hasta encontrar formas de evitar comunicarse entre sí a través de servicios no encriptados, refleja su reacción ante esta situación.

Tsui es coautor de un artículo publicado este año que muestra los tipos de datos que las compañías de telecomunicaciones de Hong Kong no consideran personales ni protegidos. Entre estos datos considerados no sensibles se incluye la ubicación geográfica y las direcciones IP de usuarios y la información en los sitios web visitados. Esta interpretación, realizada en privado por las propias empresas y no impugnada en los tribunales, significa que la policía no necesita una orden judicial para solicitar, por ejemplo, la lista de personas que se encontraban en un lugar determinado en un momento determinado. La información recopilada por las autoridades de Hong Kong también se podría entregar a China, agregó Tsui, ya que no existe un acuerdo formal que defina qué es lo que se puede compartir y lo que no.

Los manifestantes se han vuelto tan cautelosos a la hora de compartir cualquier información personal que nadie directamente involucrado en las protestas quiso ser identificado por su nombre. Orca solo me concedió una entrevista por Telegram; Alice pidió que se usara su nombre en inglés, que no figura en su tarjeta de identificación oficial.

Alice ni siquiera sabe los nombres reales de varios amigos que ha conocido en las protestas. Cuando se envían mensajes en Telegram, usan sus alias, todos seudónimos en inglés. Aunque son anónimos, cualquiera que sea arrestado queda excluido del grupo por temor a que la policía pueda localizar sus teléfonos.

Cinco exigencias, ni una menos

La jefa del poder ejecutivo de Hong Kong, Carrie Lam, anunció recientemente que planea retirar formalmente el proyecto de ley de extradición, una de las cinco exigencias principales de los manifestantes. (Las otras son: la retirada de Lam, unas elecciones democráticas, una investigación independiente sobre las acciones policiales y la amnistía para los arrestados). Pero parece poco probable que esa medida calme a la gente.

Las protestas continúan, pero ahora el foco está puesto en los problemas de privacidad y la policía, que ha sido acusada en muchas ocasiones de hacer un uso excesivo de la fuerza. Casi inmediatamente después del anuncio de Lam, se sintió el enfado, pero no en las personas que salían a las calles sino en las publicaciones online que se hicieron eco de un popular canto de protesta: “Cinco exigencias, ni una menos”.

Sin un desenlace a la vista, Lam está considerando invocar poderes de emergencia, según los medios locales. Uno de sus primeros objetivos probablemente serán las aplicaciones que los manifestantes usan para organizarse. La mera sugerencia de este paso resultó tan polémica que los miembros del gabinete de Lam le hicieron una advertencia, y la Asociación de Proveedores de Servicios de Internet de Hong Kong publicó que “cualquier restricción de este tipo, por leve que fuera, iniciaría el final del internet abierto de Hong Kong“.

La preocupación del Gobierno chino es que internet se convierta en la vía para que las protestas de Hong Kong se expandan al resto del país. Este escenario aterroriza a los líderes chinos: se han emitido estrictas reglas de censura, y los guardias fronterizos revisan regularmente los teléfonos de las personas que salen de Hong Kong en busca de fotos o vídeos de las protestas. Después del anuncio de Lam de que retiraría el proyecto de ley de extradición, las publicaciones en las redes sociales chinas empezaron a preguntar por qué las personas en otras partes de China siguen en la cárcel por un solo indicio de disidencia. Pero los mensajes desaparecieron rápidamente y los resultados de búsqueda fueron sustituidos por un mensaje que advierte que la consulta “no cumple con las regulaciones relevantes”.

Pero en medio de los intentos del Gobierno chino de disuadir a los manifestantes publicando vídeos virales en Twitter que amenazan con una ofensiva militar, los residentes de Hong Kong no parecen demasiado intimidados. Alice siente que sus esfuerzos colectivos están nivelando el terreno de juego entre el Gobierno y los manifestantes.

La joven concluye: “Cuando el Gobierno miente a la gente cada semana, cada día, no podemos confiar en sus promesas o en que seguirán la ley. Este momento es nuestra última oportunidad de luchar por Hong Kong, o la próxima generación ni siquiera sabrá qué es la privacidad. El Gobierno usa las viejas jugadas, pero hemos creado formas completamente nuevas de resistencia. Y si no nos oponemos y dejamos que Hong Kong se convierta en otra ciudad china, toda esa creatividad se extinguiría”.