Tormentas solares podrían apagar el sistema de comunicación satelital

Tener un reactor termonuclear gigante como el sol a pasos de casa es tan necesario como inquietante. Sin nuestra estrella más cercana y la principal fuente de energía no podríamos desarrollar la vida tal cual la concebimos. Pero, al mismo tiempo, es una constante amenaza por sus poderosas tormentas geomagnéticas, que llegan hasta las capas altas de la atmósfera y alteran el delicado universo de las comunicaciones. Ya vimos estos problemas en el pasado, entonces… ¿cómo impactará sobre un mundo cada vez más interconectado y dependiente de la tecnología?

“Es larga la influencia del sol en nuestra planeta, pero conocer las tormentas es cada vez más importante para generar políticas que nos preparen para los eventos extremos”, explicó Larisa Trichtchenko, científica del ministerio de Recursos Naturales de Canadá, en su visita a la facultad de Ingeniería de Buenos Aires, donde ofreció un curso relacionado a esta problemática.

Tan larga es esa influencia que los olvidados telégrafos ya fueron víctimas de la actividad solar. La especialista reseñó la histórica tormenta magnética del 28 de agosto de 1859, que desencadenó el “evento Carrington” que dejó fuera de combate las líneas de telegrafía a lo largo de Europa y EEUU (denominada de ese modo por el primer astrónomo en advertirla, el británico Richard Carrington). Desde entonces, los libros no han dejado de acumular episodios de este tipo, como los que se produjeron en Europa en 1903, en EEUU y Canadá en 1940 o la tormenta que afectó las comunicaciones trasatlánticas en 1958.

Pero la que más recuerda Trichtchenko es la ocurrida en Canadá entre el 13 y 14 de marzo de 1989, que llevó al colapso a la energética Hydro Quebec y provocó un apagón que dejó la provincia entera sin suministro eléctrico durante 9 horas. Muchas líneas fueron desconectadas porque el sistema detectó un flujo de corriente exagerado y los generadores dejaron de funcionar. Las pérdidas directas ascendieron a unos u$s 10 millones. Este tipo de eventos no estaban muy difundidos, por eso cuando la empresa contó lo que había ocurrido sufrió el escarnio de los periodistas y la opinión pública. “Claro, ahora le echan la culpa al sol, decían'”, recordó la especialista.

Un enorme laboratorio natural

Las tormentas geomagnéticas son producto del choque de los vientos solares o las eyecciones de masa coronal con el campo magnético de la Tierra. “La corona del sol es muy caliente y densa. Allí ocurre de todo. Las eyecciones de masa son grandes erupciones que lanzan plasma al espacio, que se propaga hasta el campo magnético de los planetas y los perturba”, afirmó. Estos efectos dependen de la intensidad de la actividad solar, que varía en ciclos naturales de 11 años.

El rol de las manchas solares es en muchos aspectos una incógnita, aunque suelen anticipar que hay una tormenta solar en ciernes. “La capa externa del sol es un enorme laboratorio natural de plasma y las manchas solares son estructuras muy complejas y dinámicas. ¿Qué hay dentro? Aún no lo sabemos con certeza porque el sol está siempre cambiando, las manchas cambian y desaparecen”, apuntó la científica.

Cuando el impacto altera la ionósfera, las comunicaciones tiemblan. Esa capa de la atmósfera, formada por iones positivos y negativos que se cargan con la luz del sol, es vital para propagar las ondas radioeléctricas. Pero como las tormentas no se pueden evitar, el único camino posible es tratar de anticiparlas.

“Tenemos tres satélites que miden el plasma solar in situ. Pero hay que tener en cuenta que el viento solar puede alcanzar una velocidad supersónica de 750 kilómetros por segundo. Cuando las partículas energéticas solares se descargan sobre la Tierra, en algún momento los satélites son impactados y durante ese trance no pueden registrar datos”, detalló.

Afortunadamente, la atmósfera y la magnetosfera, producida por el campo magnético interno de la Tierra, desvían el peligroso plasma solar. La parte más atractiva de la historia ocurre cuando una parte de esa energía se canaliza cerca de los polos, donde el campo magnético es más débil, dando lugar a las espectaculares auroras australes y boreales.

Un problema cada vez más grande

Las tormentas magnéticas pueden alterar señales de radio, borrar comunicaciones radiales y satelitales. En los tiempos modernos, donde una gran cantidad de la información es retransmitida por satélites y GPS, todo tipo de máquinas son propensas a interrupciones, hasta un simple cajero automático. Trichtchenko señaló un puñado de “puntos débiles” que deberemos atender:

Nuestra dependencia de la energía eléctrica es mucho mayor que antes.

Trabajamos con numerosas redes interconectadas.

El GPS es un elemento clave para la sociedad actual.

Contamos con infraestructuras envejecidas.

Mucha gente experimentada en estas crisis ya se retiró.

En su opinión, para poder anticipar y gestionar las futuras tormentas solares, las políticas deberían enfocarse en:

Diseñar nueva infraestructura.

Realizar más estadísticas y monitoreos.

Desarrollar nuevos componentes.

Capacitar al personal.

Planificar nuevas misiones solares.

Las tormentas magnéticas también producen incidentes menos visibles o resonantes como las corrientes eléctricas que corroen las tuberías de gas y de aceite, lo que puso en alerta a las compañías para implementar sistemas que eviten reacciones químicas en los oleoductos. O vuelven locos a los especialistas en transporte, sobre todo en los países nórdicos, que reciben señales falsas en los sistemas de ferrocarriles. Y, quizás lo más inquietante para una mayor parte de la sociedad, las tormentas solares tienen el poder de afectar los GPS utilizados en la industria aeronáutica.

Por eso los aviones pueden quedar incomunicados cuando se acercan a los polos durante un evento solar, lo que obliga a las compañías a desviar las rutas de sus vuelos de esas latitudes. Pero en caso de que la tormenta tenga una potencia nunca antes vista, las respuestas pueden ser insuficientes.“¿Cómo aterrizarán los aviones?, se preguntó la especialista, antes de concluir con una respuesta preocupante: “Basta pensar que un pequeño error puede causar un terrible accidente”.

Fuente: Ambito
Por: Carlos Pugara