El riesgo político asecha cada vez más a Silicon Valley

La causa de su nerviosismo no es la cuestión que alarma a algunos inversores: que las valoraciones de las empresas tecnológicas son tan elevadas que llegará un momento que se hundirán. A lo que tiene miedo Karp es a la política. “Silicon Valley está caminando por el borde de un acantilado político. Las empresas tecnológicas tienen monopolios y capital económico y suponen que esto se traduce en capital político, pero no es cierto”, me ha dicho esta semana Karp.

¿Tiene razón? No si escuchamos las declaraciones públicas de otros titanes tecnológicos. Silicon Valley le gusta decir es que es un bastión del sueño americano porque fabrica productos innovadores que mejoran las vidas de los consumidores. Y según este argumento, esto debería hacer que tuviera un gran apoyo político. Después de todo, las encuestas indican que el nivel de confianza pública en la tecnología es muy alto.

Sin embargo, sospecho que Karp tiene bastante razón y merece mucho respeto por decir lo que dice. Después de todo, hace apenas 10 años los titanes de Wall Street también eran muy arrogantes y tenían mucho dinero, ya que estaban convencidos de que la innovación estaba mejorando el mundo. Sin embargo, la crisis bancaria desencadenó una dura reacción política contra el sector financiero.

Ahora no se avecina nada parecido a la crisis de 2008 para la industria tecnológica, sino todo lo contrario: la Casa Blanca parece estar a favor de la desregulación, no de restricciones reguladoras. Pero los observadores perspicaces como Karp se han dado cuenta de que una serie de problemas se están fraguando lentamente a ambos lados del Atlántico y que estos problemas podrían, en el mejor de los casos, provocar una recriminación, y en el peor de los casos, una crisis política.

¿Qué problemas hacen que la industria tecnológica sea vulnerable? El primero es que la mayoría de las empresas de Silicon Valley apoyaron al partido equivocado en las elecciones de Estados Unidos el año pasado. Su apoyo al Partido Demócrata no debería importar, porque el equipo de Donald Trump afirma que está abierto a personas de todas las tendencias políticas. Sin embargo, hay que señalar que Silicon Valley fue el primer sector empresarial en desafiar abiertamente a la Casa Blanca en materia de inmigración. También es sorprendente que haya muy pocos consejeros delegados de empresas tecnológicas en el consejo de asesores comerciales del presidente. (Aunque Travis Kalanick de Uber se unió inicialmente, rápidamente renunció, dejando sólo a Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX, y a Ginni Rometty, de IBM).

Un segundo problema a más largo plazo es la pérdida de empleos. Hasta ahora, Trump ha culpado al comercio de los problemas de los trabajadores estadounidenses. Sin embargo, otro gran culpable es la digitalización provocada por Silicon Valley. Las empresas tecnológicas podrían llegar a ser chivos expiatorios convenientes, sobre todo porque compañías como Amazon, Apple, Google y Facebook han conseguido enormes ganancias y un poder casi monopolístico en ciertos sectores.

Un tercer problema relacionado con el segundo son los impuestos. A medida que sus beneficios se han disparado, las compañías tecnológicas han amasado 867.000 millones de dólares en efectivo en el extranjero, en parte para evitar pagar los elevados impuestos en Estados Unidos. Esto irrita a los políticos estadounidenses. Sin embargo, los europeos las acusan de no pagar impuestos. Las compañías de Silicon Valley contestan a esto (correctamente) que sólo están cumpliendo las leyes. Pero eso no reduce la indignación. Tampoco la filantropía ayuda en Europa: a diferencia de Estados Unidos, la caridad evidente se considera algo sospechoso en lugares como Alemania o Escandinavia.

Luego están las cuestiones complicadas de la seguridad y la privacidad. En Europa se critica a las redes sociales por ser lentas a la hora de impedir la difusión de noticias falsas y de proteger la privacidad de los consumidores. Los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos están aún más enfadados porque la propaganda islamista extremista se ha propagado en las redes sociales, junto con filtraciones de información confidencial importante de los servicios de inteligencia, y porque las compañías tecnológicas a veces se han negado a entregarles datos sobre terrorismo. Esto reduce aún más el apoyo político a las empresas tecnológicas.

Algunos ejecutivos tecnológicos se han dado cuenta de esto y están contraatacando. Apple, Google, Facebook y Amazon ejercen muchas actividades de presión en Washington y Bruselas. Facebook y Twitter están desarrollando herramientas para combatir las noticias falsas. Y Google y Apple dicen que quieren ayudar a formar o reciclar a los trabajadores estadounidenses para un futuro digitalizado. Por otra parte, hay ejecutivos tecnológicos que están intentando colaborar con la Casa Blanca de Trump. “No queremos estar aislados”, dice uno.

Pero esto sólo puede mitigar el riesgo, no eliminarlo, en un mundo donde nadie tiene una solución para los trabajadores desplazados y donde es improbable que los monopolios desaparezcan a menos que todos empecemos a usar plataformas tecnológicas totalmente nuevas. De hecho, la única medida verdaderamente eficaz que podría tomar probablemente Silicon Valley para reducir el riesgo político sería pagar visiblemente más impuestos. Pero no apueste a que eso suceda pronto. O no a menos que Trump haga una innovación (casi milagrosa) por su cuenta: una reforma fiscal para repatriar esos inmensos montones de dinero que están en el extranjero.

Fuentes: Financial Times, FinGuru