Millennials cambian sus hábitos financieros

Los hábitos financieros de la generación nacida entre 1981 y 1999 son criticados por muchos, cuestionados por otros y defendidos por pocos.

En primer lugar, se critica que se los engloba a todos en la misma bolsa, aunque en el fondo no queremos admitir que tienen cierto patrón de consumo en común, por ejemplo, respecto a la tecnología y a la hiperconectividad.

Sin embargo, la principal crítica proviene de una generación predecesora, los nacidos entre 1969 y 1980, conocidos como “Generación X”. Los padres generacionales los ven a la mayoría de los millennials como consumistas, superficiales y vagos. En efecto, piensan que son la “generación perdida”, aunque diría más bien la “generación incomprendida”. Es que, ciertamente, tenemos un enfoque completamente distinto respecto a la generación de riqueza: la mayoría preferimos acumular experiencias en vez de dinero.

No obstante, vamos a ser realistas, en el sistema económico-financiero actual el dinero es fundamental no solo para satisfacer las necesidades básicas, sino también para alcanzar aquellas cosas que realmente nos importan, como el bienestar de nuestra familia o la libertad de poder hacer lo que uno ama como, por ejemplo, viajar por el mundo. Y, si bien existen múltiples formas de ganar dinero, invertir en Wall Street puede ser una de ellas. Es esta la razón de este artículo, pero seguramente no de la manera que hasta ahora se imaginan.

El fascinante mundo de Wall Street

Wall Street —principal centro financiero del mundo— está lleno de historias fascinantes y esto resulta muy atractivo para los jóvenes. Personajes que nacieron de la nada hoy son grandes inversionistas. Sin embargo, la mayoría de esas historias provienen de la literatura y/o de la ficción norteamericana, por lo que pueden verse muy distantes. Por este motivo les traigo la siguiente historia.

Érase una vez un niño de 10 años, nacido en La Matanza, que les preguntó a sus padres cómo podía ayudar a la familia a salir de la pobreza y la respuesta de ellos simplemente fue:

Tenés que hacer lo que nosotros no pudimos hacer: estudiar mucho hijo y tratar de ser el mejor en la escuela, en el trabajo y en donde sea.

Esas palabras marcaron un antes y después, y este chico creció, terminó la escuela y, por su desempeño al poco tiempo le otorgaron una beca de mérito con asistencia económica en una universidad privada. A razón de esto, se mudó a la Ciudad de Buenos Aires e interesado tanto en la sociedad y el Estado como en la economía, prontamente se graduó a los 21 años, siendo primera generación universitaria en su familia. Por supuesto que esto es Argentina, y a pesar de haberse recibido, al principió trabajó de lo que fuera. Primero en un call center, luego de delivery, incluso organizando eventos y fiestas. Sin embargo, cada centavo que le entraba lo ahorraba. Es cierto que no tenía consumos sofisticados, en su familia no los conocía, por lo que la mayoría de sus ingresos los invirtió en la Bolsa durante 10 años. Hoy, luego de varios posgrados en finanzas y de escribir un libro, administra cientos de millones de pesos a través de su propia sociedad de inversión.

Para terminar, esta historia quizá muchos ya se lo veían venir. Ese niño era yo. Y si hay algo que me enseñó la vida es que todo se gana con esfuerzo. Por lo que, si se vieron atraídos hacia Wall Street para obtener rendimientos mágicos y/o vivir sin trabajar, eso dejémoslo para la ficción. Ahora esto no quita que no podamos hacer rendir nuestros ahorros, y si hay algo que me dediqué a estudiar —tanto por vocación como por necesidad— es la mejor manera de gestionar el patrimonio.

Una de las primeras películas que vi cuando era chico fue justamente “Wall Street” (1987), donde particularmente una escena llamó mi atención. El famoso inversionista Gordon Gekko (Michael Douglas), aunque estuviera en la oficina o se encontrara en su casa en la playa, siempre se despertaba temprano para ver lo que acontecía en los mercados financieros. En una de esas madrugadas, llamó a su nuevo operador de bolsa, Bud Fox (Charlie Sheen‎), para advertirle de la situación del mercado de Hong Kong y le dio una importante lección: “el dinero nunca duerme”.

Mucho tiempo después entendí que esta era la clave de las finanzas. Sea cual fuere la profesión que tengas o quieras tener, un oficio o comercio, y sin importar la cantidad de ahorros que tengas, tu dinero debe generar interés las 24hs. Es este hábito el que, en el largo plazo, otorga la libertad financiera.

La tasa de interés

El sistema financiero articula a quienes necesitan dinero con aquellos que deciden invertirlo o prestarlo en el presente a cambio de una compensación futura. A esta compensación económica se la denomina, respectivamente, “rendimiento” o “interés”. En otras palabras, el “interés” es la medida del rendimiento del capital a lo largo del tiempo.

Esto quiere decir que el camino para la libertad financiera no es otro que ahorrar, invertir y capitalizar la ganancia de manera exponencial para poder vivir cómodamente donde quieras y trabajar de lo que se te ocurra en el futuro. Esto es simple, pero no es fácil, en un mundo donde estamos acostumbrados a obtener todo lo que queremos de inmediato con un click.

El final de la historia

Una vez le preguntaron al inversor más importante de todos los tiempos, Warren Buffet, por qué si su tesis de inversión es tan simple, nadie la copia. La respuesta de Warren fue: “Porque nadie quiere hacerse rico despacio”.

Querido millennial, no me malinterpretes. No quiero que dejes de disfrutar ni de viajar, ni que tu prioridad sea el dinero. Tampoco quiero que te vuelvas un experto en finanzas, ni que elijas tu profesión de acuerdo al salario, pero sí que empieces a comprender que hay cuestiones de finanzas personales que te simplificarán el camino y que, si bien puede ser que no tengas mucho dinero, tiempo te sobra.

Entiendo lo emocionante que es navegar en un mar de experiencias, pero al barco hay que darle una dirección para llegar a buen puertoY esa dirección la otorga la planificación financiera.

Te lo dice otro millennial, o simplemente, un joven soñador que comenzó este viaje hace mucho tiempo.

Fuente: Ámbito