Uber y el fenómeno de la corrupción moral en Silicon Valley

Por: Gabriel E. Levy B., asesor de la ANTV, director ejecutivo de PRAI

Uber es una aplicación desarrollada en San Francisco, cuyo modelo de negocio se centró en mejorar el servicio de taxis y el transporte urbano. En sus inicios se convirtió en un ejemplo de innovación y millones de personas alrededor del mundo comenzaron a utilizarla por “seguridad” y “confiabilidad”, convirtiéndose en un referente global de transformación digital.

Pero si bien al principio Uber gozó de una inmejorable reputación, a medida que sus conflictos con las autoridades se intensificaron, la aplicación comenzó a recurrir a métodos poco ortodoxos y polémicos, que fueron con el paso del tiempo descubiertos por la prensa y las autoridades y que no solo hicieron decaer la credibilidad de la compañía, sino en general de muchos de los emprendimientos surgidos en Silicon Valley.

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Los antecedentes

En el año 2014, CNN Business, publicó un informe en el que se evidenció que 177 empleados de Uber habían pedido y cancelado intencionalmente más de 5 mil servicios en la plataforma competidora de Lyft, buscando reducir las utilidades y número de servicios de sus competidores.

En noviembre de ese mismo año, el diario The Guardian, reveló que Uber poseía una tecnología llamada “Vista de Dios”, que les permitía rastrear la ubicación de los usuarios para propósitos distintos a los de monitoreo de viajes, vulnerando posiblemente la privacidad de sus clientes.

En diciembre de 2016 nuevamente The Guardian reveló que un exempleado de la compañía confesó que frecuentemente espiaban a personalidades famosas como artistas o políticos, a través del App de Uber, incluyendo a la artista Beyoncé, cuyas actividades habrían sido monitoreadas periódicamente por funcionarios medios de Uber.

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Para el año 2017 el diario The New York Times, publicó un informe que daba cuenta de todas las irregularidades cometidas por Uber con el proyecto del auto autónomo o sin conductor, incluyendo pruebas realizadas sin permiso de las autoridades de San Francisco, las cuales pusieron en riesgo la vida de muchas personas. La tecnología presentaba fallas para reconocer semáforos en rojo, ciclistas y peatones, lo que llevó al gobierno de California a ordenar el retiro automático de los autos y aplicar sanciones contra la compañía.

El escándalo de los autos autónomos y Uber no terminó ahí, pues la marca Waymo, encargada de desarrollar los autos autónomos para Google, demandó a Uber acusándola de robar su tecnología, evidenciando que el exempleado Anthony Levandowski, habría robado los secretos comerciales para Uber.

Para ese mismo año (2017), Uber pagó una multa de 20 millones de dólares a la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos por publicidad engañosa, basada sobre falsas ganancias para los conductores, los cuales recibían mucho menos dinero de lo anunciado en 18 ciudades principales de este país.

También en 2017 se conoció que Eric Alexander, un alto ejecutivo de Uber, habría accedido de manera ilegal a un expediente clínico de una pasajera en la India que había sido violada por un conductor de Uber, con el propósito de encontrar información que permitiera desacreditarla. El ejecutivo fue despedido y la mujer demandó a Uber.

Como si fuera poco, durante este mismo año (2017), una investigación del diario The New York Times, reveló que durante años Uber ha utilizado una herramienta denominada Greyball, la cual le permite engañar a las autoridades en donde está prohibida la aplicación.

Según reveló la investigación, la aplicación tendría en su base de datos el nombre de funcionarios y personas vinculadas a los gobiernos, encargadas de perseguir a los conductores de Uber, de tal forma que cuando una de estas personas descargaba la aplicación en su móvil y pedía un servicio, el software le arrojaba falsos datos de vehículos y conductores inexistentes, que por supuesto nunca llegaban.

La revista especializada RETINA, del diario el país de España, definió a Greyball como un “trocito de código que se adjuntaba al final de la cuenta de Uber y que se activa cuando se detecta un usuario sospechoso de pertenecer al gobierno, convirtiendo la aplicación en inútil”.

El periodista del New York Times: Mike Isaac fue quien descubrió el uso ilegal de la aplicación GreyBall y a partir de cientos de entrevistas, indagaciones e investigaciones de campo, decidió publicar el libro: “La batalla por Uber”, que ya se encuentra disponible en español también.

En entrevista con la revista Retina, el periodista del New York Times aseguró que:

No había controles sobre cómo comportarse. El entonces CEO de Uber, Travis Kalanick, no tenía un consejo ni mentores que le controlaran, Uber contrató a un centenar de exagentes de la CIA, el FBI y la NSA para ayudar al desarrollo e implementación de Greyball alrededor del mundo
El programa es solo un ejemplo extraordinario de la libertad extrema que se vivió en el valle, en un período que el delimita entre la burbuja de las puntocom a principios de siglo y la debacle que coincidió con la elección de Donald Trump.
Entre esos dos momentos transcurrió década y media en que Uber, Facebook, Google o Amazon pasaron a convertirse en las mayores empresas del mundo. De primeras suscitaron curiosidad, luego fascinación por su crecimiento y finalmente temor por su tamaño y críticas por su desprecio hacia tantos fundamentos sociales.

El libro está cargado de detalles e historias, del auge, transformación y decadencia, de una la empresa de más rápido crecimiento de la historia de California, con un valor estimado de más de 60.000 millones de euros.

Pero si bien UBER ha sido uno de los ejemplos más citados de innovación en Sillicon Valley, su credibilidad se encuentra profundamente golpeada y las suspicacias que genera se han hecho extensivas a muchas otras compañías de la región.

“Las misiones mesiánicas de la compañía y sus fundadores han decaído. Al principio metieron la cabeza en la arena y dijeron que no lo pillábamos. Ahora estamos en otro periodo. Empiezan a darse cuenta de que las plataformas también pueden hacer muchas cosas malas”, dice Isaac.

Una crisis reputacional generalizada

El caso de Uber, sumado a los escándalos que hemos analizado anteriormente de Facebook y la polémica entorno a la competencia y la privacidad, en los que también han estado envueltos Google y Amazon, han generando una crisis reputacional sin precedentes en todo Silicon Valley, que demanda de las nuevas generaciones de directivos, implementar una gestión mucho más ética y responsable, al tiempo que se hace necesario reflexionar acerca del accionar parasitario de muchas aplicaciones nacidas en este Valle y que tienen en riesgo la estabilidad de la democracia occidental, ya sea por el alto nivel de concentración y acaparamiento de los recursos publicitarios y del mercado de las comunicaciones, como lo denunció la Autoridad de la Competencia Británica en su momento, o porque hacen un uso parasitario y desmedido de la capacidad de las redes de telecomunicaciones alrededor del mundo, como ocurre actualmente con Amazon, Netflix y Youtube.

En Conclusión, el modelo de crecimiento salvaje e inescrupuloso con el que muchas empresas de Silicon Valley crecieron en los últimos años (Especialmente Uber),  ha traído a estas compañías muchos dolores de cabeza que han pagado con su credibilidad y reputación.

Si Google, Facebook, Amazon, Netflix y Uber (entre otras) que en algún momento fueron ejemplo de innovación, quieren apostar por su permanencia en el largo plazo en el mercado global, es necesario que muchas de sus políticas, acciones parasitarias y procesos cuestionables, sean subsanados mediante políticas y acciones corporativas responsables y transparentes, que fomenten el libre mercado, la consolidación de la democracia y el respeto por las leyes.