Una industria al borde del ataque de nervios

(TyN desde Barcelona) El final de la edición 2014 del Mobile World Congress arrojó un balance dispar del presente de la industria: los lanzamientos de dispositivos y gadgets apenas pudieron sobresalir frente al debate cada vez más ríspido entre operadores y empresas de Internet por el reparto de las ganancias y las estrategias para alcanzar la inclusión móvil.

La mayor manifestación de este conflicto tuvo su puntapié inicial en el “keynote” protagonizado por Mark Zuckerberg, presidente Ejecutivo de Facebook. Una persona ignorante de los avatares de la industria no podría imaginar que ese joven estadounidense vestido con sencillez conduce una red social valuada en casi US$ 175.000 millones y que concretó la compra de Whatsapp por otros US$ 19.000 millones.

Facebook se unió a la GSMA en noviembre del año pasado con el objetivo de reflejar “su interés en el móvil y afianzar su deseo de trabajar con sus socios en el sector”. Sin embargo, la medida fue recibida con suma desconfianza por muchos de esos “partners” con los que busca colaborar, que critican el abuso de sus infraestructuras para la construcción de ganancias soberbias de las que no participan.

Esos mismos actores tuvieron que ocultar su disgusto cuando Zuckerberg les pidió que resignen mayores sumas para adherirse a su proyecto Internet.org, que busca brindar acceso móvil a unas 3.000 millones de personas por medio de terminales baratas equipadas con Facebook y Whatsapp, entre otras aplicaciones.

El ecosistema experimenta un nuevo orden inusitado. Las telcos, especie dominante durante casi un siglo, cayeron en las garras de los “players” de Internet, quienes amasaron una influencia y poder asombroso en tan sólo una fracción de ese tiempo. Personajes como Zuckerberg y Eric Schmidt de Google son paradigmáticos en este proceso, halcones disfrazados de palomas, con la holgura financiera para adquirir operadores si las quejas del sector los siguieran importunando.

Asimismo, las telefónicas deben realizar un “mea culpa” y admitir que, además de no invertir los volúmenes necesarios para garantizar una calidad de servicio intachable, subestimaron el poder de los nuevos miembros del mercado.

¿Existe una solución? El acuerdo entre Netflix y Comcast podría ser el primer capítulo de una serie de negociaciones sumamente fructíferas para el sector. A un lado y otro de la mesa deberán superar sus rencillas financieras y volver a enfocarse en la satisfacción del usuario que debió ser, desde el comienzo, el principio rector de la industria.